Si fuéramos arte, seriamos surrealistas.

Cloe recostó la cabeza en el pecho de su amigo, él le rodeo los hombros con un brazo y la abrazó en silencio. El prado estaba verde, pequeñas margaritas silvestres asomaban entre la hierba. Acababa de llover, y las gotas brillaban en sus siete colores con esa gracia que les otorgaba el sol. Un paisaje impresionista en el que sus cuerpos no eran más que un par de trazos secos, dos borrones que bien podían señalar la equivocación del pintor como acentuar su genialidad. Con una breve mirada una sonrisa tímida invadió el rostro de ella, un pensamiento atrevido murió en los labios de él. Cloe levantó la vista al cielo.

- Mirando las nubes pienso que son como la vida. Si las observas desde aquí abajo te parece que se desplazan lentamente, que tardaran en avanzar para alcanzar la otra punta del cielo. Lo mismo ocurre cuando vemos nuestra vida desde fuera, parece que tengamos todo el tiempo del mundo para hacerlo todo, que el momento adecuado para arriesgarse aún esta por llegar. Nos vemos jóvenes y fuertes, avanzando lentamente, sin prisa por salir de escena, confiando en que no tenemos porque tenerla. Pero la realidad arriba es muy distinta, las nubes si se mueven rápido, más de los que nuestros ojos pueden imaginar, al igual que la vida misma, en la que los días corren incesantes sin pararse a preguntarnos, sin ni siquiera pensar en avisarnos de cuando puede ser su final o cuando cruzaremos un punto en el que ya no podremos dar marcha atrás y las palabras no dichas se convertirán en recuerdos amargos.

Asintieron en silencio.

- ¿Acaso tienes algo que decirme? - preguntó cauteloso.
- No. ¿Y tú?
- Tampoco - negó - Bueno si, que deberías escribir eso, te ha quedado guay.
- Bah, callate.

Cloe le propinó un puñetazo en el estómago.

- ¡Ouch! Hace dos minutos estabas filosófica y ahora me pegas, ¿que se ha hecho de la parte tierna? No me dirás que no te pongo.
- Aghh, eres exasperante. - pero no pudo reprimir una sonrisa, sabía que esa era su forma de mostrarle que había vuelto. Por fin.

Dos horas más tarde, cuando regresaba a casa después de dejarle en el sexto andén de la estación, vio una puesta de sol violeta, sombras de intenso rosa la armonizaban. Sonrió. Su amistad siempre fue como un incomprensible trazo surrealista. Al igual que ese cielo después de un día de lluvia.

* * *

Y os traigo un bonito juego de numeros. Hoy, día 7, este blog cumple 3 meses, y vosotros, como por una mágica casualidad del destino, ya sois exactamente 73!!!!! Porque la vida puede ser insólitamente sorprendente :)  Grácias una vez más!