La calle estaba llena de hojas de otoño, cientos, miles que cubrían
el pavimento. Pero no hacía frío, ni siquiera olía de esa forma tan
característica cuando empieza una estación. Las sensaciones eran pesadas, como
si aire ganase densidad por momentos, como si a cada paso que dieses una fuerza
invisible esperase para robarte el aliento. Sentí su voz en mi cuello:
- Elige – me dijo – Bourbon, Ginebra o Brandy.
Ni siquiera había anochecido, pero él ya quería beberse sus
penas.
- Lo que suene más suave – le contesté. Y no pude evitar
preguntarme si todo sería tan fácil.
Cuando una relación se acaba hay diversas maneras de
afrontarlo. Unos se sumergen en el trabajo, por esa ilusa creencia de que así
no piensan en ello, a otros les da por la negación, o el insulto, rabias
contenidas que afloran en un vano intento de mostrar que estamos bien. Y muchos
de ellos no pueden hacer más que darle vueltas, buscar explicaciones, rememorar
los momentos y llorar la soledad.
Siempre me ha gustado observar a los borrachos, sobre todo
aquellos que se sientan en la barra de un bar y van pidiendo rondas hasta que
les da la madrugada, o se les acaba el dinero, porque claro esto no es una
película de Hollywood, nadie te quita las llaves y te pide un taxi para que
llegues sano y salvo a casa. Pues bien, no puedo evitar pensar que todos somos
un poco como esos borrachos, el sabor dulzón del Brandy para la melancolía, si
aún no estamos preparados para dejarlo ir; el golpe seco del Gin, que se
desliza fuerte y áspero garganta abajo como una buena dosis de realidad y
finalmente el Bourbon, con ese regusto a madera que confunde los sentidos y
disimula la realidad, en términos alcohólicos, ¿puede haber algo más parecido a
la negación?
¿Qué más da si es un: “no fue por mi culpa” o un “jamás le
quise de verdad”? En el momento que sentimos la necesidad de negar algo, es que
realmente hay algo que negar. Y no será la sensación de borrachera tras la
última copa lo que nos golpeará como una roca sino el día siguiente, en el que
con la cabeza partida en dos y el corazón ardiendo nos damos cuenta que por
muchas copas que tomemos la mañana termina por llegar, y si no dejamos esa
botella será ella quien acabe con nosotros.
- - Han pasado meses y aún no consigo olvidarle. –
se me lamentaba una buena amiga. – Y lo peor es que creí que ya lo había hecho.
Supongo que nadie le dijo que lo jodido de acabar una
relación no es lo que pasa después, es lo siguiente.
* * *
Foto: Lexy
¡Qué grande eres, pequeña! =)
ResponderEliminarUn besote!
excelente relato, la vida o las situaciones hay q transitarlas y atravesarlas para crecer, besos
ResponderEliminarmagnifica forma de escribir! a partir de hoy me convierto en tu seguidor, yo acabo de abrir mi blog, me encantaria que me visitaras. saludos!
ResponderEliminarSupongo que todos somos adictos a algo y si algo se va, buscamos siguiente.
ResponderEliminarIntentar ahogar las penas en alcohol no funciona, saben nadar, me dijo alguien un día.
Me gusta el texto.
Un beso y gracias por pasarte. :)
"lo jodido de acabar una relación no es lo que pasa después, es lo siguiente"
ResponderEliminarSe puede decir más alto, pero no más claro, a pesar de que no puede explicarse sino sentirse, y nada te prepara para el impacto del vacío.
Porque no hay regla que valga, ni la mitad de la duración de la relación, ni ninguna otra norma, duele hasta que toda la madera se consume y algo más.
Un abrazo
A veces me escapo en tragos. Es un buen calmante.
ResponderEliminarCierto, cuando se acaba es triste sea por los motivos que sea, se tengan motivos o no. Precisamente una de las últimas letras de canción iba sobre este asunto.
ResponderEliminarPD. Escribes de fábula!
Que razón tienes, tenemos la costmbre de pensar en lo que viene despues, pero lo tremendo es lo siguiente :(
ResponderEliminarBesazos Maestra
Fantástico, Lexy... como siempre.
ResponderEliminarLa última frase es fantástica (como frase, no como experiencia). Me ha hecho pensar mucho... Bueno, sigo en ello...
ResponderEliminarBeso.
Negar lo evidente, olvidar lo ocurrido, mentir a la gente y a ti mismo, es una manera de protegernos,proteger nuestra parte más humana: los sentimientos. Esos que afloran sin poder controlarlos y que a veces te gustaría dejarlos guardados durante un tiempo en un cajón.
ResponderEliminarMe ha encantado la parte en la que hablas sobre cada bebida alcohólica, genial >.<
supongo que si no te adelantas, la vida
ResponderEliminarte alcanza.
toda la razon lexy ;) es verdad !
ResponderEliminarbesos!
un gustazo leerte! ;D
ResponderEliminarbonita comparación, yo siempre he sido de GIN.
ResponderEliminarY claro. Pero cuando pasa el duelo por la ruptura, uno suele reinventarse.
ResponderEliminarEspero que sea el caso de tu amiga.
Mucha luz para ti :)
Un post sin desperdicio. Qué recuerdos me trae. yo también me arrastré por la bebida, pero como dices, por muchas copas que se tomen el mañana termina por llegar; y todavía es peor. Ahora, y si supero estas Navidades, harán ocho años que no bebo. A veces me siento tentado pero entonces, saco mis artilugios de autodefensa y me digo: Piensas volver a sumergirte en esa pesadilla? Y me da tanto pánico que ni me acerco a una botella; es mejor que ni tan siquiera perciba el olor a madera del bourbon...
ResponderEliminarUN post excelente.
Vengo del blog: Moderato_Dos_Josef
UN abrazo, josef.
Es cierto que si bien algo se acaba, nunca estamos suficientemente preparados y búscamos culpables, momentos que se pierden o quizas algo tan amargo que te recuerde la perdida. Un texto muy honesto, es cierto tu frase de "sinceridad cuántica" , me ha gustado muchísimo tu escrito! :)
ResponderEliminarhttp://somoseltiempoquenosqueda1.blogspot.com/