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martes, 24 de agosto de 2010

Vivir es poco o mucho como hacer magdalenas

- ¿Tienes miedo? - le preguntó desde la litera.
- ¿De qué?
- De la muerte.

Lyila entornó los ojos un instante, como si quisiera apartar de su mente aquellas imágenes que no estaba preparada para ver. Luego suspiró.

- No – dijo – no. Morir no es lo que debería asustarnos, más terrible es la vida.
- ¿Por qué dices eso? - volvió a preguntar Masha con un tono de voz tan débil como su mirada.
- Piénsalo, la muerte es algo seguro, físico, cuantificable. Es biología pura y ley irrefutable del ser vivo. Pero la vida, oh amiga, la vida es un misterio. Es tan...
- ¿Imprevisible?
- Si, esa es la palabra – dijo Lyila esbozando esa sonrisa que antaño la acompañaba.

Echó un rápido vistazo a su alrededor. No hacia falta ser un gran observador para memorizar cada uno de los escasos 15 m2 de los que gozaba la estancia. Las paredes desnudas, el frío del duro suelo, el olor a madera mezcla con el sudor y la mugre. Débiles rayos de sol intentando abrirse paso a través de la opaca ventana. “Como si aún pudiera brillar el sol” - pensó irónicamente Lyila.

- ¿Hueles eso? Es la desesperación.
- No sabia que la desesperación pudiera tener un olor – le contestó Masha.
- Yo tampoco, hasta que llegué aquí. ¿Ves por qué te digo que la vida es un misterio? Nada de lo que nos enseñan, nada de lo que creemos cierto es seguro ni verdadero, nada excepto la muerte – sentenció – En la casa familiar teníamos un perro, era un Dogo, ¿sabes lo que es eso? Una raza grande, enorme, casi casi como un caballo. No, bromeo, no tanto. Aún así a mi me lo parecía, era una niña, media poco y ese bicho grande y peludo se alzaba majestuoso cuando lo miraba. Recuerdo cuando lo vi entrar por primera vez, estaba sentada en el suelo jugando con una muñeca nueva, llevaba un vestido rosa, precioso, y hacia juego con los lazos de mi pelo, y con los zapatos, si... – Lyila se quedó un momento en silencio , mirando al vacio, ella tartamudeaba ligeramente al hablar, Masha siempre pensó que era consecuencia del miedo - ¿Te he contado alguna vez que en aquella época cada semana tenia vestidos nuevos? ¡Y muñecas! - exclamó con repentina viveza – Mi padre me traía una cada vez que volvía de sus viajes de negocios, y créeme que eran muchos. Mamá siempre decía que era bueno que se ausentase, el trabajo abundaba y con ello la prosperidad en nuestra familia, además por aquel entonces la moneda estaba en su valor más alto. Ya sabes – dijo fingiendo indiferencia, tal como le había visto hacer a su madre ante tales asuntos – él era banquero. La cuestión es que un día en vez de una muñeca trajo un perro, yo me asusté muchísimo al verlo entrar, además el animal se acercó precipitadamente a mi y empezó a olisquearme como si fuera comestible. Puedes imaginarte mi espanto. Recuerdo que mi padre me gritó “¡No hagas eso! Tranquila, ellos huelen el miedo.” Y fue así como aprendí que los perros tenían el olfato más desarrollado que los demás sentidos, que para ellos los sentimientos también poseían un olor, al igual que para nosotros un nombre. Lo aprendí como aprendí tantas otras cosas – pronunció con su voz profunda, clavando su mirada azul en la de su compañera. Masha no podía dejar de prestarle atención, estaba ensimismada con su relato, la musicalidad de sus palabras, la profundidad con la que expresaba tan simples recuerdos. - Cosas como que no debe tocarse el fuego, o que el horno no debía abrirse antes de que las magdalenas estuviesen completamente cocidas, o podrían hundirse del centro. ¿Sabes? Siempre que observaba a mamá en la cocina pensaba en que la vida era poco o mucho como hacer magdalenas.

Masha dejó escapar un risa con aquel comentario.

- No, no te rías – se apresuró a corregirle, a su vez con una risita – es verdad. Mira, mira, te lo demostraré. Ningún bizcocho sale perfecto al menos que hayas puesto la dosis exacta de cada uno de los ingredientes, y aún así ¿cómo saber que es lo exacto, o si lo has conseguido? Un pequeño error puede ser fatal para su sabor, o su textura, al igual que un hecho insignificante ocurrido en un momento y en un lugar decisivo puede cambiar el curso de la historia, y de la vida de las personas. No podemos saber con exactitud ni certeza, no podemos saber nada, por que la vida no es cierta, por eso hacemos como las cocineras y probamos una y otra vez, con distintas bandejas, hasta conseguir el equilibrio perfecto para una magdalena deliciosa. Y fíjate como son las cosas – dijo señalándola con un dedo – que corremos el riesgo de lastimarnos con el horno, gastar tiempo y dinero, pero sobretodo tiempo, y a equivocarnos millones de veces solo por el placer de sentir la explosión de sabores que acoge nuestro paladar. Porque ese instante, único e irrepetible, tiene el sabor de la victoria de la lección aprendida.
- Lyila, ¿cuántos años tienes? - le susurró Masha, tal era la impresión que le habían causado sus palabras
- Diecisiete - contestó esta.

Fuera ya se oía el rugido de la sirena que en el campo de concentración de Dachau llamaba al recuento.

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20 comentarios:

  1. Precioso. Me encanta tenerte de vuelta. Echaba de menos leer tus entradas. :)
    Un besito!

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  2. Dios!!!! Im presionante!!! Me ha encantado... en serio, estoy aun boquiabierta... no me esperaba esa ultima frase... la piel de gallina se me ha puesto¡¡
    Increible¡¡ Graciassss

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  3. Uff esa última frase me ha chocado demasiado y encantado al mismo tiempo.
    un gran texto, dse los buenos.

    muchos besos :)
    ¿te pasarías por mi blog?

    http://channelyconverse.blogspot.com/

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  4. Impresionante...
    enhorabuena (K)

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  5. Madre mía, Lexy. Esta entrada me ha dejado absolutamente impresionada. Y la frase final te deja... bufff... en serio, es que no tengo palabras. Y Lylia parece una persona muy, muy interesante (como su autora ;) )
    Un placer leerte!

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  6. Buff... Sí que sabe bien cómo es la vida a pesar de esa edad. Una comparación muy extraña la del bizcocho y la vida. Sin embargo, acertada.

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  7. :o un campo de concentración... (con razón tienen ese tipo de conversación...)

    Te echaba de menos, Lexy...

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  8. echaba de menos las lecturas agradables de los blogs (y las extraordinarias, like this!)

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  9. Qué manera tan impresionante de volver, preciosa.
    No sé por qué, pero algo me decía a mí que detrás de toda la sabiduría de Lyila se escondía algo terrible...

    Se te echaba mucho de menos, Lexy:)

    Muaaaak!

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  10. ¿Magdalenas con sabor a... ?

    Siempre suyo
    Un completo gilipollas

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  11. qué dulce comparación
    y cuánta razón tiene :-)

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  12. La última frase nos ha dejado a todos boquiabiertos, pero no sé por qué, leyendo el relato, antes de llegar al final, intuía algo así de horrible..

    Feliz regreso (:

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  13. Ahora esa sera la frase de la semana "La vida es una magdalena" :)
    Gran comparacion mujer.

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  14. ¡Lexy! Que gran regreso has tenido, enserio que este texto me ha encantado, es genial y esa última frase, puff... ¡echaba de menos leerte! pero ya estoy con más tiempo libre y a la espera de tu proxima entrada :D

    PD: tengo un nuvo blog, si gustas puedes pasarte :)
    http://good-byememories.blogspot.com/

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  15. Me ha llegado, me ha conmovido y emocionado. Gracias por tus palabras.


    (por cierto me gusta el cambio de look)

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  16. Sencillamente impresionante. Es que no tengo más palabras para decirte acerca de lo que acabo de leer.
    Te sigo, y...
    Te invito a mi blog, si lo deseas.

    ¡Un beso!

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  17. wow! que entrada tan preciosa. Y en mi opinion, todo es gratamente real y verdadero!
    Me encanta como escribes chica ;D!

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  18. Lo realmente terrible es la vida. Pues sí.

    Y también me ha gustado!

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  19. Valar, es maravilloso y terrible.

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Los detalles forman parte de lo que somos,no me dejes sin uno de ellos. Recuerda, buena parte de mi, es tú :)